Caja Real SLP presenta "Horizonte de Eventos", la nueva exposición del artista yucateco Carlos Génova, donde la geometría, la ciencia y la reflexión existencial convergen para cuestionar nuestra relación con el tiempo. Tras una ruptura personal marcada por la pérdida de sus padres, Génova emprende una abstracción radical que convierte cada obra en un modelo del universo y una meditación sobre la finitud. La muestra, vigente hasta enero de 2026, invita a valorar el instante y entender el tiempo como la sustancia emocional que da forma a nuestra experiencia vital.
El pintor yucateco Carlos Génova, una de las figuras centrales del arte contemporáneo en Yucatán, ha sido catalogado como uno de los artistas más importantes de su generación. Su trayectoria, marcada por la experimentación constante impulsado por su disciplina intelectual y su interés científico, lo sitúa dentro de la posmodernidad pictórica, especialmente en el terreno de la pintura conceptual.
Esta metamorfosis culmina en su exposición más reciente, Horizonte de eventos, presentada en Caja Real, monumento histórico nacional desde 1935. La muestra, vigente hasta finales de enero de 2026, reúne obras construidas a partir de principios de geometría, donde el orden y la precisión dan forma a composiciones analíticas que exploran un territorio visual universal.
“El horizonte de eventos, hasta donde llegó, donde ya no voy a poder ver, es una catarsis prácticamente de la situación personal”, reflexiona el artista.
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El pintor Carlos Génova, expone Horizonte de eventos.
Mediante la superposición de figuras y colores, las piezas revelan su tridimensionalidad pictórica y una estructura conceptual compartida, aun cuando cada cuerpo de obra parezca visualmente distinto.
Lejos de ser un mero ejercicio estético, la exposición es una indagación profunda que parte de la significación filosófica del tiempo, abordada por Génova con rigor casi científico y una lucidez existencial implacable.
Para él, el tiempo es una ilusión cuya medida es impuesta por lo fenomenológico: el pasado permanece, el futuro ya es una posibilidad abierta, y ambos configuran un límite móvil que nunca alcanzamos del todo. Este “horizonte” no es paisaje, sino una frontera conceptual que, como en la naturaleza heraclítea, recuerda que todo fluye y nada permanece.
El título evoca el punto astrofísico de no retorno—el umbral del agujero negro—y funciona como metáfora de un colapso necesario y personal. El quiebre en su vida llegó tras la muerte de sus padres, un acontecimiento que lo obligó a confrontar la certeza de la finitud y la infravaloración social de la vida. Fue ese golpe el que lo llevó a cortar su obra previa “abismalmente” y arrojarse al vacío de una abstracción radical.
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Obra de Carlos Génova.
Aunque su obra suele clasificarse como abstracta, Génova afirma lo contrario: “Abstraer es agarrar un pedacito de algo... yo no estoy viendo el objeto completo. Yo lo que retrato es el objeto completo.”
Sus piezas funcionan como modelos del universo. La pintura es su lenguaje para traducir la relación espacio-tiempo, valiéndose de la geometría analítica, de la Conjetura de Collatz, de las secuencias de Euler y de los patrones fractales presentes en estructuras biológicas y minerales.
Rafael Alfonso Pérez y Pérez lo describe con claridad: cada pieza es un punto de encuentro entre la idea y la forma, un modo de hacer visible lo intangible.
Ingeniero de formación, Génova traza paralelismos entre su práctica pictórica y la arquitectura cotidiana: desde los cortes de un vestido hasta las curvas de Bézier en una montaña rusa, el número rige la realidad. Si su obra parece tan estructurada, es porque busca revelar la cuarta dimensión —el tiempo— una realidad que habitamos sin percibirla conscientemente.
“Lo que tú ves aquí... La cuarta dimensión implica la parte del tiempo, punto. La gente cree que no ve la cuarta dimensión, en realidad sí estás viviendo la cuarta dimensión.”
En su lenguaje visual, líneas, curvas, triángulos, rectángulos y formas helicoidales se combinan para sugerir duración, transformación y ritmo. Cada pieza es simultáneamente evento y proceso: un instante detenido en medio del devenir.
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Obra de Carlos Génova, pintor yucateco.
Todo comenzó cuando pudo ver representado su propio tiempo restante, un momento que lo sacudió profundamente.
“Cuando ves visualmente cuánto tiempo ya pasó, te das cuenta de lo poco que lo has valorado.”
Su obra aborda también la crítica al sistema en el que vivimos, donde el tiempo opera como moneda de intercambio.
“Todo lo que tienes y todo lo que haces es una transacción de tiempo… El problema es que convierten el tiempo en dinero. El ser humano es el único ser vivo que tiene que pagar para vivir en la tierra.”
Esa revelación lo llevó a adoptar una disciplina férrea: “No voy a perder más mi tiempo… hago respetar mucho mi ‘no’. No voy a dar explicaciones; es demasiado tiempo y también un desperdicio.”
Así, su obra invita a contemplar de qué manera vivimos, intercambiamos y perdemos ese recurso irrecuperable.
Cuando se le preguntó qué ley universal rompería, descartó las físicas y señaló la Ley Moral.
“El hombre es mucho mejor haciendo destrucción que construcción… Ninguna pintura que haya hecho nadie va a poder cubrir los errores humanos y las atrocidades hacia los seres vivos.”
Lamenta la repetición de la violencia y la crueldad —contra animales, contra la biosfera, contra nosotros mismos— y defiende la necesidad de reforzar la contención y la compasión como valores esenciales de la vida.
Aun dentro de su estructura racional, la obra de Génova abraza la imperfección. Deja que algunas decisiones se tomen solas, acepta el azar cromático y conserva las líneas delgadas que usa para probar tonalidades.
“La obra empieza a hacerse sola y tú te conviertes en una herramienta más… Yo dejo que sucedan los errores.”
Su “poética relacional”, donde ciencia y arte dialogan, no exige comprensión técnica: del mismo modo que no necesitamos entender un método culinario para disfrutar un platillo, el espectador puede simplemente dejarse atravesar por la experiencia estética.
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Génova reflexiona sobre el ser humano y el tiempo.
En Horizonte de eventos, Génova nos recuerda que el tiempo no es solo una medida, sino una sustancia emocional que habitamos: una corriente que pensamos infinita hasta que un quiebre —personal, espiritual o cósmico— nos obliga a verla de frente.
Sus obras revelan que cada decisión, cada silencio y cada gesto es una transacción irrepetible, y que la urgencia no está en hacer más, sino en vivir con conciencia, en permitirnos sentir, descansar y fluir sin desperdiciarnos. Frente a la certeza de la finitud, su mensaje es una brújula: valorar el instante, honrar lo que aún se mueve dentro de nosotros y recordar que el tiempo, aunque ilusorio, es el único territorio en el que nuestra huella puede volverse luz.
El mensaje final y rotundo de Carlos Génova —la síntesis de su pensamiento, su catarsis y su mirada astrofísica— es simple y urgente: “Aprovecha tu tiempo, deja una huella positiva, te vas a morir.”

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