Acostumbrados a competir por récords, a disputarse estadísticas y premios que abren una brecha sideral con el resto de los futbolistas contemporáneos, Lionel Messi y Cristiano Ronaldo compartirán en el Mundial 2026 una plusmarca que reforzará su condición de elegidos, de jugadores legendarios: serán los únicos con seis participaciones (período 2006/2026). Se desmarcarán del lote que por ahora los tiene junto a los mexicanos Antonio Carbajal y Rafael Márquez, y el alemán Lothar Matthäus, todos con cinco presencias en copas del mundo.
El portugués pisará suelo norteamericano con 41 años y Leo cumplirá 39 en plena competencia, el 24 de junio. Dos obsesionados en exprimir sus carreras hasta edades en las que ya podrían declararse satisfechos, realizados. Pero a la genética futbolística extraordinaria de cuna le sumaron una vida de cuidados personales, una ambición insaciable y una pasión por el juego que quedará como legado y ejemplo para futuras generaciones. Talento más trabajo explica la vigencia de ambos, dos próceres que desafían los límites.
Uno pondrá en juego la corona conquistada en Qatar y el otro irá por el título que completaría todos los casilleros de su palmarés. Leo se cobró una cuenta pendiente en 2022, saldó la deuda que más lo mortificaba. Aquel gesto de “ya está, ya está”, dirigido a su familia desde el campo del Lusail minutos después de ser campeón, se interpretó como el cierre de un recorrido, alcanzada la meta que tanto lo desvelaba.
Pudo ser retiro con gloria de la selección, pero las circunstancias jugaron a favor de la continuidad del N° 10 y capitán: el microclima de amistad que se respira en el plantel, la contención afectiva y admiración futbolística de todos sus compañeros, la identificación con el estilo de conducción de Scaloni, el idilio con el público argentino como fuente de energía en cada visita al país y, especialmente, el alto nivel competitivo del equipo, reflejado en el bicampeonato de la Copa América y el cómodo primer puesto de las eliminatorias. Mantuvo la ilusión.
Todo eso fue alargando su permanencia, lo trajo hasta el umbral de su sexto mundial, aunque él invoque la cautela que le impone la edad. Sobre su presencia dejó un leve margen de incertidumbre, que solo aumentará si ocurre alguna adversidad que por ahora no se vislumbra. “Un Mundial es especial. Me quiero sentir bien físicamente, estar seguro de que puedo ayudar y aportar cosas al plantel, al grupo. No quiero ser, entre comillas, una carga. Estoy ilusionado, pero llevándolo día a día”, expresó hace unas semanas. Con contrato renovado hasta 2028 con Inter Miami, cabe imaginar que entre las mayores motivaciones de Leo está la de ser partícipe y no espectador del Mundial.
Dentro de un semestre tendrá la posibilidad de ampliar su récord de jugador con más partidos (26) en mundiales. Y también de estirar sus 13 goles para darle caza a los 16 del alemán Miroslav Klose, máximo anotador de la historia.
Siempre categórico en sus declaraciones, Cristiano no dejó asomo de duda sobre su presencia: “Definitivamente, sí estaré. Me siento muy bien, rápido y ágil. Marco goles y estoy disfrutando en la selección”. El entorno y la actualidad de Portugal también estimulan a un Cristiano competitivo por naturaleza. Lo rodea una generación de muy buenos futbolistas (Nuno Mendes, Ruben Dias, Vitinha, Joao Neves, Bernardo Silva, Pedro Neto, Rafael Leao), viene de obtener la Nations League y su relación con el entrenador Roberto Martínez, que ideó un esquema a su medida, es mucho mejor que el vínculo final que tuvo con Fernando Santos, a quien no le perdonó que lo mandara al banco de suplentes en los últimos dos partidos del Mundial 2022.
La FIFA calibra el inmenso valor de que dos leyendas vivientes ocupen un lugar destacado en la vidriera de su torneo insignia. Y toma medidas complacientes, como el único partido de suspensión que recibió CR7 tras ser expulsado en la penúltima fecha de las eliminatorias, tras darle un manotazo a un jugador de Irlanda. La sanción ya la cumplió contra Armenia, en el cierre de la clasificación. Por ser una agresión, le podría haber cabido una sanción mayor a un encuentro, que debería haber cumplido en el Mundial. Para guardar las apariencias, la FIFA le aplicó otros dos partidos de suspensión “condicionales”, que solo serán ejecutables en caso de una reincidencia en una expulsión. Horizonte despejado, Cristiano estará en el debut de Portugal en el Mundial.
Las carreras espejadas de Messi y CR7 tienen una réplica en los mundiales, que a ambos les deparó más sinsabores que alegrías, si bien para Leo lo de Qatar compensó todas las desventuras pasadas. Disputaron los mismos mundiales, desde 2006 a 2022. Seis días separan el debut de uno y otro. El de Cristiano, con 21 años, fue el 11 de junio de 2006, en la victoria 1-0 sobre Angola. El del rosarino se concretó cinco días más tarde, con 18 años y un gol y una asistencia en el 6-0 sobre Serbia-Montenegro. Ese Mundial de Alemania fue en el que el delantero de Al Nassr llegó más lejos con Portugal, hasta las semifinales (derrota ante Francia) y el cuarto puesto luego de la caída frente a Alemania. El Mundial 2006 se cerró para Messi con la mirada extraviada en el banco de suplentes por no haber ingresado contra Alemania en los cuartos de final.
El 2010, con Diego Maradona de entrenador, para Messi pasó sin goles (una asistencia) y el sopapo del 4-0 de Alemania en los cuartos de final. Al mismo tiempo, Cristiano marcaba un gol en el 7-1 a Corea del Norte y sufría la eliminación en octavos contra España, luego campeón.
Brasil 2014 dejó la postal del llanto de Leo tras perder la final frente a Alemania, tras marcar cuatro goles en la etapa de grupos. La frustración de Cristiano había sido de otro tono, con una dura eliminación en la etapa de grupos y un gol a Ghana en el 3-2 de la última fecha que no modificó nada.
Los mundiales eran un escenario amargo para los dos, la contracara de sus éxitos en el nivel de clubes, donde ganaban torneos de liga, Champions League y se repartían cada año el Balón de Oro.
La inercia siguió en Rusia 2018. Messi, dentro de la caótica gestión de Jorge Sampaoli, arrancó fallando un penal contra Islandia, amagó con despuntar con un gol ante Nigeria en la sufrida clasificación a octavos de final, donde el límite fue Francia. Cristiano había arrancado con un hat-trick a España –probablemente el más destacado de sus 22 partidos mundialistas-, luego sumó otro tanto contra Marruecos y en octavos se topó con Uruguay, que ganó 2-1.
El contraste más fuerte entre ambos fue en el Mundial 2022. Lágrimas de impotencia de Cristiano, suplente ingresando desde el banco en octavos (Suiza) y cuartos (Marruecos), y de desahogo y éxtasis de Messi, campeón con una contribución de siete goles y tres asistencias. Y el Balón al Mejor Jugador. Un baño de gloria para la posteridad.
El archivo guarda memorables cruces de la época Barcelona-Real Madrid. Partidos por los puntos y títulos, pero en el nivel selección solo registran dos antecedentes, amistosos perdidos en el tiempo. En 2011, en Ginebra, la Argentina se impuso 2-1, con un gol de Leo (penal) y otro de Cristiano. Tres años más tarde, en Old Trafford, Portugal venció 1-0 (Messi jugó 45 minutos).
Messi tiene el título que le falta a Cristiano. Son los últimos dos paradigmas del fútbol internacional desde hace una década y media. ¿Hace falta algo más? Por supuesto, que dentro de algo más de un semestre se enfrenten por primera vez en un Mundial. El último baile de ambos merece que sea en una pista compartida.

