El refrigerador suele ser sinónimo de seguridad alimentaria, pero hay una bacteria que no respeta esa regla. La listeria puede seguir viva en el frío y, en ciertos casos, provocar una infección que va más allá de un simple malestar estomacal.
Por eso, cuando se habla de listeriosis, no se trata de alarmar, sino de entender qué señales hay que tomar en serio y qué hábitos cotidianos ayudan a prevenirla.
La listeriosis es una infección causada por la bacteria Listeria monocytogenes y se adquiere casi siempre al comer alimentos contaminados. No es una enfermedad común, pero sí está entre las infecciones alimentarias más peligrosas cuando ocurre.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que su incidencia oscila entre 0.1 y 10 casos por millón de habitantes al año, dependiendo del país y la región. Aunque el número de casos es bajo, la OMS subraya que la listeriosis preocupa porque puede ser mortal y produce complicaciones severas en ciertos grupos.
A diferencia de un malestar estomacal que se queda “en la barriga”, la listeria puede ir mucho más lejos. En personas vulnerables, la bacteria puede pasar a la sangre y al sistema nervioso, provocando infecciones llamadas “invasivas”, como septicemia (infección general) o meningitis (infección de las membranas del cerebro).
Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades recuerdan que, aunque es rara, la listeriosis está entre las principales causas de hospitalización por enfermedades transmitidas por comida en varios países, justamente por su capacidad de volverse grave.
La bacteria se transmite sobre todo por alimentos listos para comer que se contaminan durante la producción, el transporte o el manejo en cocina, indican los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC).
Lo que vuelve tan particular a la listeria es que puede sobrevivir y multiplicarse a temperaturas de refrigeración. Mientras muchas bacterias se frenan en frío, Listeria monocytogenes no solo resiste, sino que puede crecer lentamente dentro del refri. La OMS y el CDC remarcan esta característica, razón por la que a veces se le llama “la bacteria del refrigerador”.
Esto explica por qué los brotes suelen vincularse con alimentos que se guardan fríos y se consumen sin cocinar, como:
Los síntomas dependen de quién se infecta y de qué tanto avance la bacteria dentro del cuerpo. El CDC distingue dos formas principales:
Es la más común en personas sanas. Puede causar fiebre, diarrea, náusea, vómito y dolor muscular, como una “gastroenteritis fuerte”. Muchas veces se resuelve sola, aunque puede ser muy molesta y durar varios días.
Ocurre cuando la bacteria entra al torrente sanguíneo o al sistema nervioso. Aquí aparecen síntomas más preocupantes: fiebre alta persistente, confusión, rigidez de cuello, pérdida de equilibrio o convulsiones. Esta forma es la peligrosa y requiere hospitalización y antibióticos.
No siempre empieza con señales espectaculares. En personas vulnerables puede iniciar como un cuadro leve tipo gripe o diarrea y complicarse después.
Listeria puede ser leve en una persona sana, pero muy grave en ciertos grupos. El CDC los identifica con claridad: embarazadas, recién nacidos, adultos mayores de 65 años y personas con defensas bajas.
Durante la gestación baja de forma natural una parte de la inmunidad celular para permitir el desarrollo del bebé. Ese cambio fisiológico facilita algunas infecciones. Una revisión de Current Treatment Options in Infectious Diseases explica que las embarazadas pueden ser entre 13 y hasta 100 veces más susceptibles a la listeriosis que otras personas.
Lo delicado es que la enfermedad puede sentirse “leve” en la mamá —a veces solo fiebre, cansancio y dolor muscular—, pero alcanzar la placenta y al bebé. El CDC señala que la listeriosis durante el embarazo puede provocar aborto espontáneo, muerte fetal, parto prematuro o infección grave en el recién nacido, incluso si la madre no se siente tan enferma.
Un estudio de la revista Microorganisms encontró asociación entre listeriosis y desenlaces adversos perinatales, incluyendo parto prematuro, infección neonatal y bajo puntaje Apgar, sobre todo cuando la infección ocurre temprano en el embarazo.
En mayores de 65 años y en personas con enfermedades o tratamientos que bajan defensas (cáncer, VIH, trasplantes, uso prolongado de esteroides o fármacos inmunosupresores), la bacteria tiene más probabilidad de convertirse en invasiva. Por eso estos grupos presentan más casos de meningitis o septicemia por listeria y requieren atención médica inmediata.
La prevención es muy parecida a la de otras enfermedades por alimentos, con un par de énfasis clave porque Listeria aguanta el frío. CDC y OMS recomiendan:
El objetivo no es vivir con miedo a la comida, sino ser estratégico con los alimentos más delicados. Para la mayoría de personas sanas el riesgo es bajo, pero en grupos vulnerables, estas medidas hacen una diferencia real.
La listeriosis es un ejemplo clásico de una enfermedad poco frecuente con alto impacto. Su gravedad no está en cuántos casos haya, sino en que puede volverse invasiva y peligrosa en embarazadas, recién nacidos, adultos mayores o personas con defensas bajas.
Saber que la listeria puede crecer en el refrigerador ayuda a entender por qué las medidas de higiene, la pasteurización y el buen manejo de alimentos importan tanto como la refrigeración.
Con información clara y cuidados básicos en casa, el riesgo se reduce al mínimo. Y si perteneces a un grupo vulnerable, la regla es sencilla: mejor prevenir con pequeños cambios que enfrentar una infección que sí puede ser seria.


