Benjamín cuenta que en su categoría, 2014, ya ganaron varios torneos y que le gusta jugar de 5Benjamín cuenta que en su categoría, 2014, ya ganaron varios torneos y que le gusta jugar de 5

“Sueño con ayudar a mis padres”: Benjamín, el chico que encontró futuro en un club que busca evitar que los niños pasen el día en un basural

2025/12/23 22:39

En 2022, cada vez que Benjamín, en aquel momento de 8 años, pasaba por el lote que era pura tierra y pedregullo, frente a la meseta del basural municipal de la ciudad capital de Neuquén, se ilusionaba. Se quedaba mirando a los 10 chicos y chicas de su edad que, de lunes a viernes, pateaban una pelota contra un arco simulado con dos ladrillos; que corrían; que hacían estiramientos; que jugaban al fútbol dirigidos por dos parejas de padres del barrio. Después, veía cómo se reunían todos alrededor de una mesita y tomaban una merienda: té y pan.

Hacía poco que el niño había llegado a ese barrio, Manzana 34, en Colonia Rural Nueva Esperanza, a 20 minutos del centro de la ciudad capital de Neuquén. Entre las calles de tierra, las casas de chapa, madera y algo de material, el lote de tierra y pedregullo se destacaba por su telón de fondo: el basural ocupando casi todo el horizonte.

Benjamín pasaba por esa canchita camino al colegio y también camino al basural, a donde iba con su madre para hurgar entre las bolsas y recolectar latas de aluminio que vendían a los chatarreros. Su papá se quedaba en la casa porque había comenzado a sufrir artrosis deformante de cadera y el dolor le imposibilitaba caminar. Con el dinero que conseguían, compraban la comida del día en el almacén del barrio.

Una vez encontró un serrucho. Es el que usan para cortar la leña que meten en la salamandra con la que cocinan y calefaccionan la casa. Es que en el barrio no hay red de gas. Tampoco cloacas. La electricidad y la red de agua son compartidas porque no llegan a todas las casas.

Benjamín y su mamá, cuando hace tres años llegaron a Manzana 34, en Neuquén

A pesar de ese panorama, para el niño lo peor había quedado atrás: el día que sus padres, su hermana de 11 y él tuvieron que dormir 30 noches frías en el auto, un Renault del año 1979, porque debieron dejar la casa en la que vivían en la ciudad de Neuquén. No les renovaron el contrato de alquiler y su padre no llegaba ni a pagar una pieza de hotel con el dinero que ganaba haciendo changas y como vendedor ambulante.

Pero ahora, vivía en un pequeño terreno que el municipio le cedió a su familia en ese barrio, Manzana 34, a 300 metros del basural municipal a cielo abierto. Y aunque vivía en una casilla, no tenía su habitación propia y el olor del basural es constante, ese barrio tenía algo especial: la ilusión que le nacía cada vez que pasaba por ese lote de pura tierra y piedras, a una cuadra de su casa, y soñaba con jugar al fútbol como sus ídolos: Lionel Messi, Julián Álvarez y Leandro Paredes.

Que los chicos estén en el club

Es una tarde soleada de primavera en Manzana 34 y de a poco comienzan a llegar a la canchita decenas de niños, niñas y adolescentes. Son recibidos con una sonrisa por los “profes” Katy, Roxana, Gonzalo, Santiago, Federico... En total son ocho adultos, la mayoría papás del barrio que en paralelo a sus trabajos, muchos en la construcción, se sumaron a la escuelita de fútbol que empezó en 2022, cuando Benjamín había llegado al barrio.

Benjamín ya tiene 11 años y hace tres que juega de cinco en lo que hoy se llama Club Deportivo La Colonia. Charla y se ríe con unos amigos mientras espera que comiencen las prácticas. No falta nunca.

El Club Deportivo La Colonia es el corazón del barrio Manzana 34 y está frente al basural municipal

En estos tres años, la escuelita, que había empezado con 10 chicos, suma 140 niñas y niños. Gracias a las gestiones que hicieron con el municipio, el lote de pura tierra y piedras ahora es de césped sintético, tiene un alambrado perimetral, iluminación y arcos blancos de hierro. Si se ve desde un dron, la cancha es un rectángulo verde entre el basural y la cuadrícula gris y ocre donde se reparten las casas.

“La escuelita de fútbol es el corazón del barrio, donde viven unas 400 familias. La creamos para que los chicos no estuvieran en la calle o en la meseta de basura, para que se hicieran amigos entre ellos, para que tuvieran su propio lugar y sean lo que son, niños”, dice a LA NACION Katerina Hoyos, o Katy, fundadora y presidenta del lugar al que todos llaman “la escuelita”.

“Cuando Benja empezó a venir, pasó de ser un niño a veces gruñón, a ser un niño tranquilo y feliz”, dice su mamá, María, que hace unos meses dejó de ir al basural porque consiguió un trabajo en un almacén del barrio. “Los primeros días se enojaba con los profes, pero siempre volvía. Entendió que hay que seguir reglas. No sé, quizás es porque él es muy compañero en casa y acá también, se siente parte del equipo y hace lo que ama”, explica.

Hace tres años, cuando Benjamín comenzó a ir a la escuelita, sus profesores lo premiaron con unos botines porque no faltaba nunca

Katerina comenta que muchos padres les dicen que sus hijos están más contentos, que se portan mejor: “Acá aprenden a ser compañeros, a que hay que tratar bien a los otros porque todos somos equipo dentro y fuera de la cancha. Aprenden a soñar con ganar un partido, un campeonato y ven que se puede hacer posible. Nosotros solo les damos la oportunidad, ellos hacen el resto”.

María, que en breve irá al almacén a trabajar, dice que fueron agrandando su casa de a poco, que resta que sus hijos tengan cada uno una habitación. “Benja nunca se quejó por las situaciones difíciles que pasamos, entiende. Y siempre voy a preferir que esté acá, en la escuelita y no en el basural conmigo”.

Algunos de los chicos que van al club aún trabajan en el basural con sus padres o simplemente los acompañan porque no hay lugares donde se los cuiden, cuenta Katerina. “Lamentablemente las necesidades son muchas en el barrio, pero los chicos saben que pueden venir a jugar mientras sus papás van al basural. A veces llegan tarde de ahí y los recibimos felices a la hora que sea. Y siempre tienen su merienda, que para muchos de los chicos es su cena”, dice.

El contenedor en donde le dan la merienda a los chicos no alcanza a albergarlos a todos

“Sueños de progreso”

El contenedor donde dan la merienda, y les cedió el municipio, les quedó chico. Así que dividen a los niños en turnos. En invierno todo es más difícil, la temperatura puede llegar a los 10 grados bajo cero.

Katerina cuenta que tienen un plan para sumar un contenedor más para crear un espacio grande donde puedan dar clases de apoyo, talleres de oficios, de lectura y dibujo, para que los chicos “tengan más oportunidades y sueños de progreso”.

Como lo reveló una investigación reciente de LA NACION, lo que ocurre en Neuquén ocurre en casi todas las grandes ciudades del país: 150.000 niños y adolescentes crecen a menos de 300 metros de un basural y en hogares donde el dinero no alcanza para lo más básico, la comida. Son chicos que tienen muchas probabilidades de pasar hambre o saltearse la cena, abandonar la escuela o terminarla sin haber aprendido lo indispensable. En un informe publicado a principios de este año, desde la Defensoría de las Niñas, Niños y Adolescentes de la Nación son categóricos: “El trabajo de niños, niñas y adolescentes en los basurales es una de las peores formas de trabajo infantil”.

Esa tarde de primavera, desde la escuelita se ve en la meseta de basura un par de humaredas. Quienes van allí queman cables para obtener los filamentos de cobre.

Mientras preparan una chocolatada con pastafrola que hizo una de las mamás, los profes del club comentan que por suerte no hay viento. “Cuando sopla mucho, no jugamos porque la canchita y todo el barrio se llena de basura, humo y tierra”, explica Benjamín.

La meseta de fondo es el basural y lo que se ve no son nubes, es el humo de las quemas de cables y basura; los días de viento los chicos no juegan porque el aire es irrespirable

“Los chicos no pueden correr y respirar tierra y ese humo ácido que se te mete en las entrañas. Entonces se suspende todo, menos la merienda. Se la damos para que la lleven a sus casas y se encierren. Sí, todos nos tenemos que encerrar. Hay muchos chicos con problemas respiratorios, es difícil convivir con el basural”, comenta Roxana, otra de las mamás y profesoras.

Todos desean que el basural se traslade. Es un proyecto que tienen las autoridades municipales hace años. En Manzana 34 lo desean tanto como que haya “más trabajo y bien pago” para que la basura no tenga que ser el sustento de algunas familias.

“Quiero ser futbolista y ayudar a mi familia”

“Estábamos acostumbrados a pegarle a la pelota para que pique en las piedras y fuera a dónde quisiéramos. Ahora con el césped sintético la pateamos recto”, comenta Benjamín con seriedad. Dice que ahora todo es más lindo. Cuando se le pregunta qué le gustaría para el club se queda pensando unos segundos y dice: “Gradas y un vestuario con baños”.

María habla de su hijo, dice que sueña con ser jugador de fútbol, “pero tiene muchas posibilidades de hacer lo que quiera porque es buen alumno”.

La canchita de Manzana 34 fue fundada por un grupo de padres para cambiar la realidad del día a día de los chicos que viven frente al basural

Benjamín dice que le gustaba acompañar a su mamá al basural, pero que no comían la comida que encontraban ahí. Sobre el colegio dice que le gusta matemática y se ríe: “A mí me divierten los números”. Se entusiasma más cuando habla de que juega en todos los torneos, de que ya ganaron cuatro copas y que están por jugar un nuevo campeonato con otros barrios.

Sobre qué sueña ser cuando sea grande, dice con ilusión: “Futbolista, mi ídolo es Messi. Me gusta jugar de cinco, como Paredes, porque es el que ayuda a los que defienden y a los que hacen los goles. Así también voy a poder ayudar a mi familia”.

Después, sí, antes de ir a la cancha a jugar, se queda nuevamente pensando y con voz pausada, más serio, dice: “Y si no tengo la oportunidad… puedo ser cantante o albañil. Lo que no quiero es que a mis papás y a mi hermana les falte la comida”.

Cómo ayudar

El Club Deportivo La Colonia (IG y Facebook) necesita baños y sumar un espacio para darles clases de apoyo escolar y talleres culturales a los chicos. Si querés colaborar con el proyecto o sos una empresa que quiere ser el sponsor para que tengan materiales, botines o alimentos, podés:

  • Enviar una donación a la Asociación Simple Deportiva y Cultural Colonia. La cuenta es en el Banco Nación (N° 7850339577), el CBU es 0110785440078503395776 y el alias es asoccolonia.bna
  • Enviar donaciones de pelotas, zapatillas y alimentos. Se las puede hacer llegar a Atlántida 612, Neuquén Capital, código postal 8300. Para más información, llama al +54 9 2994 56-1921.
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