El auge de la inteligencia artificial y su peso en los mercados bursátiles globales ha llevado a muchos inversores a una pregunta inevitable: ¿estamos en una burbuja o en una nueva etapa estructural de crecimiento?
Más allá de las valoraciones, entender la psicología colectiva detrás del fenómeno puede marcar la diferencia entre anticipar riesgos o quedar atrapado en narrativas dominantes.
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Alexander Joshi, jefe de Finanzas del Comportamiento de Barclays, propone una lectura que combina historia económica, sesgos cognitivos y análisis de fundamentos.
Su mirada no busca respuestas binarias, sino una guía para navegar entornos complejos. “Tratar de identificar una burbuja o anticipar los movimientos del mercado es difícil y rara vez productivo, ya que puede llevar a comportamientos poco útiles para los inversores a largo plazo”, advierte.
Para no quedar presos del miedo o de la euforia, Barclays sugiere observar con atención las etapas históricas de las burbujas, entendidas como fenómenos repetitivos con distinto rostro.
Joshi retoma el modelo de Charles Kindleberger, que identifica cinco momentos críticos: desplazamiento, auge, euforia, crisis y pánico. Cada uno describe un cambio de tono en el mercado y en la narrativa de los inversores.
El punto de partida es una innovación relevante, capaz de captar atención y atraer adopción temprana. Luego sigue una fase de optimismo generalizado y expansión del crédito, alimentada por precios crecientes. En la tercera etapa, predomina la especulación, se disuelven los indicadores tradicionales y gana terreno la idea de que “esta vez es diferente”.
Finalmente, cuando los hechos contradicen las expectativas, sobreviene una rápida caída de precios y la salida masiva de inversores. “Las burbujas reflejan una exuberancia irracional, una exaltación de las empresas, el miedo a quedarse fuera y, en muchos casos, la creencia de que no hay un precio demasiado alto”, sostiene Joshi.
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Estas dinámicas no dependen solamente de liquidez, sino de patrones psicológicos profundos. Barclays identifica seis sesgos clave: exceso de confianza, extrapolación, comportamiento de manada, sesgo de disponibilidad, sesgo de confirmación y la teoría del tonto mayor.
El exceso de confianza lleva a sobreestimar la propia capacidad para prever el mercado y a atribuir los aciertos a la habilidad personal. La extrapolación consiste en asumir que los aumentos recientes de precios anticipan una tendencia permanente.
El comportamiento de manada surge cuando el temor a quedar fuera del rally supera al temor a perder, lo que amplifica el efecto de validación social. También se manifiestan el sesgo de disponibilidad, que hace que los inversores se enfoquen más en las ganancias recientes que en los riesgos de largo plazo, y el sesgo de confirmación, que los lleva a buscar información que refuerce sus ideas optimistas, ignorando las señales contrarias.
Finalmente, la teoría del tonto mayor implica la creencia de que siempre habrá alguien dispuesto a comprar el activo a un precio más alto, sin importar su valor intrínseco.
Según Joshi, estos sesgos “crean narrativas autosostenidas”, que hacen que los inversores pierdan objetividad y pasen de un optimismo excesivo a un pesimismo extremo cuando el ciclo se revierte.
La inversión en infraestructura de IA ilustra la magnitud de las apuestas actuales. “El gasto de capital conjunto de Meta (META), Amazon (AMZN), Microsoft (MSFT), Alphabet (GOOGL) y Oracle (ORCL) está proyectado a aumentar un 64% interanual hasta superar los US$370.000 millones en 2025 y alcanzar los US$500.000 millones en 2026”, destaca el informe. Este crecimiento plantea interrogantes sobre la sostenibilidad de esas inversiones.
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Además, ciertos acuerdos entre empresas reflejan un circuito cerrado de incentivos. “Por ejemplo, la inversión de US$100.000 millones de Nvidia (NVDA) en OpenAI para ayudar a financiar la construcción de sus centros de datos, anunciada en septiembre, compromete el llenado de esos sitios con chips de Nvidia”, subraya Joshi. La dependencia mutua entre los protagonistas del ecosistema tecnológico añade complejidad al análisis.
El marco histórico también recuerda que cuando las valoraciones descuentan un liderazgo perpetuo, cualquier desvío de las expectativas puede generar correcciones bruscas.
“Los precios de las acciones tecnológicas reflejan una creencia en su persistencia. Los inversores están tratando a los líderes actuales como si fueran a dominar durante décadas, extrapolando el éxito actual muy hacia el futuro”, advierte Barclays.
Joshi evita definiciones tajantes sobre si hay una burbuja y propone un enfoque más matizado. “Una bonanza del mercado puede parecerse a una burbuja en sus primeras etapas, con valoraciones en aumento e inversiones que se aceleran”, sostiene. La diferencia clave está en si los fundamentos logran alcanzar las expectativas creadas por el entusiasmo.
El problema, según el especialista, es que muchas valoraciones actuales suponen una permanencia del liderazgo empresarial que la historia rara vez confirma.
“Los precios de las acciones tecnológicas reflejan una creencia en su persistencia. Los inversores están tratando a los líderes actuales como si fueran a dominar durante décadas, extrapolando el éxito actual muy hacia el futuro”, advierte. Cuando las compañías están valoradas para la perfección, incluso las buenas noticias pueden resultar decepcionantes.
La sensibilidad reciente del mercado frente a los planes de inversión y resultados de las grandes tecnológicas demuestra la fragilidad de esa narrativa. El retorno esperado de estas inversiones, sobre todo en unidades de procesamiento gráfico con vida útil corta, exige resultados tangibles en pocos años. De lo contrario, los retrocesos pueden ser abruptos.
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Barclays introduce también el concepto de destrucción creativa para explicar que no todas las empresas que hoy lideran el mercado sobrevivirán a la siguiente fase. “Algunos ganadores de la IA de hoy no sobrevivirán mañana”, plantea Joshi. No obstante, la evolución tecnológica continuará, con nuevas industrias reemplazando a las anteriores, como ocurrió tras el estallido de la burbuja puntocom.
Frente a esta tensión, Barclays recomienda adoptar un enfoque flexible, evitar decisiones dicotómicas y centrarse en construir portafolios diversificados. “Los mercados pueden mantenerse irracionales o ‘elevados’ durante más tiempo del que los inversores esperan”, señala Joshi. La historia muestra que las burbujas pueden prolongarse y que salir anticipadamente del mercado también implica costos.
El banco sugiere prestar atención a señales tempranas de reversión. Cuando la narrativa dominante comienza a mostrar fisuras y se intensifican las exigencias de resultados, aumenta el riesgo de reacción negativa.
En este sentido, recordar los casos anteriores puede ser útil. La burbuja tecnológica de los años noventa y la crisis hipotecaria de 2008 tardaron más de una década en recuperar su nivel previo.
En ese contexto, la volatilidad es un factor a gestionar, no a evitar. El S&P 500 ha experimentado caídas promedio del 14% intranual en las últimas décadas. Para Joshi, más que anticipar esos movimientos, lo esencial es tener reglas claras para actuar con racionalidad cuando ocurren.
Finalmente, Barclays hace una advertencia clave: distinguir entre una revolución tecnológica genuina y un ciclo de precios inflados exige una combinación de análisis racional y distancia emocional. “Creemos que esta visión más matizada servirá mejor a los inversores que una opinión binaria de sí o no sobre la cuestión de la burbuja”, concluye Joshi.

