El pasado viernes se llevó a cabo el sorteo para la Copa del Mundo. Sobre el famoso escenario del Kennedy Center las 42 selecciones clasificadas para el gran evento conocieron a sus primeros rivales. Además, los participantes de los repechajes que se disputarán en marzo también ya saben en qué grupos estarán participando en caso de conseguir el boleto.
Una larga y aburrida ceremonia sirvió de preámbulo para lo que realmente les importaba a millones de personas alrededor del planeta. Ni la aparición del polémico titular de la FIFA, Gianni Infantino, ni el innecesario y forzado homenaje a Donald Trump ni los artistas invitados despertaron mucho interés, al contrario, prolongaron un evento en el que lo deportivo, por momentos, quedó de lado, para que el presidente del organismo deportivo más poderoso del orbe jugara a la política con el presidente estadunidense.
Pero, una vez llegado el momento estelar, todo lo poco importante se fue a un segundo plano y el sorteo por fin llegó. Se fueron eligiendo al azar (o por lo menos eso espera uno) las selecciones en cada grupo, que en esta ocasión y por primera vez cuenta con doce, debido al incremento a 48. Como era lógico, el gigantismo promovido por Infantino propició que la fase de grupos pierda mucho valor, ya que con tantas selecciones que, con todo respeto, serán más relleno, sobrarán partidos muy poco atractivos por cada duelo que enfrentará a seleccionados que tienen, tanto en lo individual como en lo colectivo, mucho que ofrecer, tendremos otros que quedarán más como anécdota, claro que para aquellos equipos y sus aficiones la oportunidad de presentarse en el gran concierto internacional será motivo de fiesta. Será casi hasta la siguiente fase que realmente se sentirá el efecto que genera una Copa Mundial. La disparidad entre algunos participantes quedará en evidencia.
Para México, en cambio, las cosas son distintas porque, además de venir de la peor participaciónmundialista en más de 40 años, el ser anfitrión genera una obligación de hacer algo especial, al menos algo similar a 1986, cuando, por única ocasión, disputó un quinto partido. Esa obsesión sigue latente, el problema es que ahora llegar a ese punto no bastará para hacer algo que se pueda considerar histórico, se necesitará llegar a un sexto partido.
El camino al inicio no parece tan complicado, los rivales no son potencias, pero, siendo sinceros, México tampoco lo es, y el momento que vive el conjunto que dirige Javier Aguirre es muy malo. Sin olvidar que será el seleccionado de menor talento individual desde Argentina 78, razón por la que, aun con oponentes tan lejos de la élite, hoy el Tricolor también parece más lejos de las selecciones de clase mundial que en cualquier participación desde Estados Unidos 94 hasta Qatar 2022. El reto es enorme, el momento no es bueno, el talento escasea y el técnico parece no tener lo necesario para sacar adelante un proyecto que, desafortunadamente, es el claro reflejo de la triste realidad de nuestro futbol.

