El sorteo del Mundial 2026 dejó una foto histórica de la presidenta Claudia Sheinbaum con Donald Trump, Mark Carney y Gianni Infantino.El sorteo del Mundial 2026 dejó una foto histórica de la presidenta Claudia Sheinbaum con Donald Trump, Mark Carney y Gianni Infantino.

Mundial 2026: el uso político del deporte

2025/12/10 18:30

Que el poder busque distraer al público a través del espectáculo es tan viejo como la política misma.

Dar circo a falta de pan ya era usual en la antigua Roma. Ahora, con el Mundial 2026 en puerta, es oportuno recordar cómo el poder político ha buscado a lo largo del último siglo usar al futbol y al deporte como herramientas de legitimidad y manipulación, aunque, a veces, les resulte un bumerang. Veamos cinco viejas estampas y una postal del presente.

Primera estampa. Italia 1934. Ese Mundial se jugó en pleno auge del régimen fascista que, así, exhibió su fuerza al orbe. La historia cuenta que Mussolini fue al vestidor de su selección en el medio tiempo de la final y advirtió al entrenador: “Señor Pozzo, usted es el único responsable del éxito, pero que Dios lo ayude si llega a fracasar”.

Con un 2 a 1 sobre Checoslovaquia, Pozzo salvó el pescuezo. Fue la apoteosis de Mussolini (quien sería linchado por una turba nueve años después).

Segunda estampa. Juegos Olímpicos, Berlín 1936. El nazismo desplegó su poderío económico, organizativo y propagandístico para proyectar el músculo de la superioridad aria. Pero la estrella de los juegos fue el atleta afroamericano Jesse Owens, quien conquistó cuatro medallas de oro: 100 metros, 200 metros, salto de longitud y relevo de 4 por 100 metros.

Tercera estampa. México 1968. La celebración consecutiva de Juegos Olímpicos y del Mundial se dio en México, en 1968 y 1970. El país experimentaba una época de acelerado crecimiento y esperaba demostrar su éxito ante el globo.

Pero lo que marcó el 68 mexicano no fue la buena organización de la gesta deportiva, sino la brutal represión a los estudiantes. El mundo recuerda el 68 mexicano por Tlatelolco, que se hizo más visible acaso por las olimpiadas.

Cuarta estampa. Argentina 1978. Debe ser catalogado como el Mundial de la ignominia. El certamen tuvo lugar en plena violación a los derechos humanos por la dictadura de la junta militar, que contó con el contubernio de la FIFA y la CIA.

Mientras unos jóvenes saltaban al campo de juego, cientos eran torturados, desaparecidos, lanzados al mar desde los vuelos de la muerte de la operación Cóndor.

El equipo de Argentina resultó campeón, no sin polémica (había eliminado a Perú en una atípica goleada en Rosario y, justo antes de ese partido, como en tiempos de Mussolini, el dictador Videla y Henry Kissinger habían bajado al vestidor del equipo visitante).

Pero en plena inauguración del certamen deportivo, un periodista holandés, Frits Barend, en vez de ir al estadio, se dirigió a la Plaza de Mayo en Buenos Aires, donde entrevistó a las madres de los desaparecidos; luego consiguió que un piloto de KLM sacara la grabación del país y, así, los testimonios de las señoras del pañuelo dieron la vuelta al mundo. En parte por el Mundial y a pesar de él, pudo conocerse la barbarie.

Quinta estampa. Mundiales de Rusia 2018 y Catar 2022. Se trata de naciones con regímenes totalitarios. El compromiso de la FIFA con los derechos humanos se revela inexistente. Si algo marcó la designación de esas polémicas sedes fue el amaño en las votaciones.

Los déspotas compraron sus mundiales, sobre todo con votos de los dirigentes del futbol de América Latina. Es el FIFAgate: el escándalo por la red de corrupción, tráfico de influencias y sobornos alrededor del deporte más popular del mundo.

La postal de hoy: una foto de Sheinbaum, Trump y Carney, juntos al fin. América del Norte tiene una agenda colmada de temas delicados: riesgo de quiebra del libre comercio común por la política arancelaria unilateral de la Casa Blanca; tensiones por la migración; narcotráfico y amenazas sobre el espacio compartido, pero nada de ello propició el encuentro entre los gobernantes de México, Estados Unidos y Canadá, sino el sorteo del Mundial 2026.

Con quién tocará disputar una pelota fue más importante que reunirse a definir cómo proteger a productores y trabajadores de los tres países, que velar por los derechos humanos, el bienestar y la seguridad.

La FIFA, de paso, aprovechó el acto para entregar el “premio de la paz 2025” a Donald Trump, mientras éste ordena ejecuciones extrajudiciales en el Caribe.

Quizá no asistimos a una imagen fruto de la banalidad, sino de la sinceridad: puede que en la agenda trilateral lo único bueno a mostrar sea el Mundial. Así los signos de los tiempos: Norteamérica se desdibuja como bloque económico y la prioridad es que gire el balón. El show debe continuar.

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